Cuando el tiempo haya dormido en su hamaca, soñador de incontables lunas y mareas, podré decirte mi nana escondida. Contarte que el jazmín floreció en cristalinas estrellas de nieve. Que al intentar mi abrazo, solo hallo la frialdad de un punto kilométrico. Las palabras, como el fuego, como el hielo, pueden curar o herir. Soy un arco tendido en el vacío, mas con la cuerda verde de esperanza.
Más precioso ya no se puede ser.
ResponderEliminarLlega al alma.
Un abrazo.
Mil gracias, Tali. A veces las palabras fulyen casi solas, cuando las guían las emociones.
ResponderEliminar