No tengo nombre. El que me dieron, se quedó enganchado en unos espinos entre la niebla, el último invierno. No hay hueco en este mundo ni en los otros donde quepa mi alma. Cuando tejo cantares, se me caen los puntos… Vivo echando de menos a quienes no conocí cuanto quisiera. Una historia se me encargó, y aún ando por las minas, en busca de una piedra, en bruto, donde pueda tallarla. Una canción quiere nacer de mí, aunque me absorba toda entera, y no encuentro por dónde.
Ni balances ni balanzas, en este fin de año —por suerte, Dios no gasta balanzas—; solo verme extremamente pequeña, extremamente frágil, y ponerme en las manos de Aquel que puede y sabe y quiere más que yo.
Ni balances ni balanzas, en este fin de año —por suerte, Dios no gasta balanzas—; solo verme extremamente pequeña, extremamente frágil, y ponerme en las manos de Aquel que puede y sabe y quiere más que yo.
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