El blog de María Isabel Redondo.
Cita: de estos aires nunca se preocupa uno desde el valle.
Imagen: una niña sentada en un valle. A su espalda está el mar y, más allá, una montaña azul en cuya cima brilla una estrella.
Cita: de estos aires nunca se preocupa uno desde el valle.
Imagen: una niña sentada en un valle. A su espalda está el mar y, más allá, una montaña azul en cuya cima brilla una estrella.
Imagen:La niña se ha puesto de pie, y ahora mira hacia el mar, la cumbre y la estrella.
domingo, 19 de junio de 2011
El hada Julia
Vive junto al mojón olvidado. Uno que queda de cuando por en medio del pinar atravesaba una carretera que ya nadie recuerda. No se sabe si nacional, comarcal o vecinal, porque el color ha desaparecido y el número del kilómetro está medio borrado. Podría ser el 13.
Era una niña y estaba jugando a las casitas, con unas piedras para delimitar las paredes y unos pedazos de tiestos de los de recoger la resina que hacían las veces de cacharritos.
Su padre y sus hermanos se habían alejado. Les gustaba jugar a perseguirse y trepar a los árboles. Pero ella corría muy poco y le daban miedo las alturas. Así que decidió montar su casa en medio de los arbustos, del olor a verano de los pinos y del silencio que habían dejado en su lugar «los chicos», salpicado de vez en cuando por los trinos de algún pájaro.
De cena, porque en el juego era una señora mayor y estaba cenando, tenía un montoncito de piñones. Los fue cascando poco a poco sobre una piedra plana. Calmó el hambre con su sabor tierno y jugoso y suspiró satisfecha.
El sol caía de plano, calentaba la arena y las tamujas y las flores amarillas. Hasta en el círculo de sombra encogida de «su» pino calentaba de más. Y el calor fue una manta con olor a resina. Los pájaros callaron, y el silencio sin brisa fue una nana que la obligó a dormir…
Cuando despertó, habían pasado cien años. ¡Había caído en el encantamiento del pinar! Ella era una señora hermosa y alta. Entendía el lenguaje de los pinos, la canción del tomillo y la retama mecidos por la brisa, la lengua de los pájaros… pero había olvidado el camino que la llevaría a la ciudad, a casa…
Y vive allí, en su casa inventada junto al cantón kilométrico que nadie recuerda ya. Es un hada del bosque y se alimenta de la brisa, de los rayos del sol que caen entre las ramas.
Ahora tendrá que descubrir en qué consiste su trabajo.
Etiquetas:
Pequeños mundos
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Tienes mucha ternura, y me encanta cuando dejas que florezca en todo su esplendor.
ResponderEliminarUn beso.