Como los trenes —y en cierto modo por culpa de ellos—, este relato no llegó a tiempo de participar en el X Certamen de RENFE Cercanías. Lo acomodo, pues, en este rinconcillo.
Una vez al año, el anciano escapaba de su residencia de mínima seguridad y se deslizaba hasta la vía olvidada, entre cuyos raíles invadidos de maleza crecían ahora arbolillos autóctonos. La guerra había borrado no solo la memoria histórica, sino la de aquel hombre que esperaba inútilmente a su compañera.
Una vez al año, el expreso que ya no existía ejecutaba puntualmente su trayecto, sin que el precario estado de las infraestructuras afectara a su cuerpo tan etéreo como el de aquella joven pasajera que, alcanzado ese punto, se asomaba por la ventanilla y saludaba con la mano.
Genial, Mir.
ResponderEliminarUna verdadera lástima que no llegara.
Un beso.
Gracias, Tali. Me alegra que te haya gustado. A veces pasan estas cosas, por ir volando en mi escoba de provincia en provincia :-)
EliminarTan bonito como triste :-)
ResponderEliminarPuede que sí y puede que no :-) Si, como sugiere este "micro", aún queda algo después de la muerte --muerte de las personas, de las cosas, de las vivencias--, quién sabe...
EliminarGracias por pasarte por este rinconcillo.