cual la luna poniente,
me iré un dia
de ese mundo vallado entre cien mundos
que me hizo enrebujarme
en canción sordomuda.
Pues no debo --¡no debo!--
permitir que encarcelen mis alas
(si en algo estimo a los que me las dieron).
Porque el número n,
al que tienden algunas sucesiones
--¡incluso él!--,
tiene un valor finito.
Y si falta en los mapas
de tinta o de pixeles
un rincón para mí,
construiré una cabaña
con los restos de mil naufragios.
Las palabras son ágiles:
vuelan gozosas por sobre los rediles
camino a las estrellas.
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Es muy bueno, Mir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es precioso :)
ResponderEliminar¡Gracias, chicos! Es tan solo un desahogo del alma. Necesitaba escribir eso.
ResponderEliminarMe gusta, aunque tu prosa, alguna vez te lo he dicho, me gusta mucho más.
ResponderEliminarGracias, corazón.
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