Si me vallaron la catedral, rezaré en el parque, que es gratis. Bajo la bóveda del cielo y las vidrieras de las telarañas perladas de rocío. Con la música de las fuentes y los pájaros.
Lo bueno de ser poeta y no arquitecta, es que las palabras no se pueden vallar: son del aire, del mundo, de todos.
¡Qué gran verdad, querida Mir!
ResponderEliminarUn beso.