El blog de María Isabel Redondo.
Cita: de estos aires nunca se preocupa uno desde el valle.
Imagen: una niña sentada en un valle. A su espalda está el mar y, más allá, una montaña azul en cuya cima brilla una estrella.

Imagen:La niña se ha puesto de pie, y ahora mira hacia el mar, la cumbre y la estrella.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Música para un otoño que comienza (II)

      Junto con Enya, me dio calor durante aquel primer otoño el singular Bill Douglas, con sus álbumes Jewel Lake y Cantilena.


Un hogar para Vicky

Te lo debía, amiga.
  
Vicky y el hada Mónica
Vicky y el hada Mónica
    Nadie quiso a Vicky. Ni siquiera los niños más pobres, que el 6 de enero se pusieron en fila para que los Reyes Magos les repartieran los regalos. Al anochecer, el hada Flora, que estaba de servicio ese día, la vio olvidada en un rincón y decidió adoptarla. La llevó a vivir consigo a su palacio de las Cosas Menudas, en el interior de una bola de cristal de luz y nieve, donde todas las flores son naturales y donde los gatos Trigo y Noche son sus compañeros de juegos. Nunca se le ha borrado la sonrisa.

La orquídea

Mirad qué precioso regalo me ha hecho mi amiga de letras Isabel Jiménez Romero:

Nadie la esperaba, pero llegó. En ese momento, yo me disponía a salir. Había optado por adornar mi cuello con el colgante de cerámica que mi amiga Mir me regaló. Sonó el timbre, y su sonido sonaba a sorpresa. Corrí por el pasillo… y abrí sin detenerme a preguntar quién era. El mensajero me regaló su sonrisa de regalo de cumpleaños. Yo lo recibí con los ojos de sorpresa. Estampé una firma confirmando su llegada. Y ella entró, como si ya hubiese estado aquí, como si me conociera de siempre. Venía dentro de una caja, envuelta en papel con brillo de estrellas. Llevada por la prisa y la emoción, corté las ataduras y la descubrí: sus pétalos, casi esféricos, casi acorazonados, brillaban de blancura. La acerqué a mi pecho y oí sus latidos. Abrí el sobre de color esperanza y leí su mensaje: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!... ¡Y CUÍDALA BIEN! Enseguida se me anegaron los ojos y se me dilató el corazón. Entonces, la vi de nuevo; tal y como es ella: grande y niña al mismo tiempo. La paseé por toda la casa, buscando el lugar, la luz adecuada… Al final, la coloqué frente al televisor, como una bailarina que se posara de puntillas. Sus flores se proyectaban y esparcían sobre el infértil cristal devolviéndolo a la primavera. Las demás plantas, recelosas, la extrañaban y admiraban. Y sin que nadie la coronara, se convirtió por derecho propio en reina de la casa. Me quedé observándola, mimándola… y conecté la música. De pronto descubrí el colgante y recordé que me disponía a salir. Añadí en la lista de compras una maceta transparente para las raíces aeróbicas de mi orquídea. La música sonaba en toda la casa. Todas, incluso la palmera que vivía dentro de la bañera, movían sus hojas al viento. Al final, se habían doblegado a su belleza. Yo también. Ahora, el sobre verde asoma en la estantería de las cosas importantes, y la orquídea ha venido a instalarse en la mesa de mi escritorio. Desde hoy, ella me guiará por este valle de letras y de sueños. ¡GRACIAS, AMIGA. GRACIAS, MARÍA ISABEL!

La orquídea, ya instalada

jueves, 27 de septiembre de 2012

Música para un otoño que comienza


              Con esta música empezó mi vida independiente…
            Una de las pocas cintas que me llevé conmigo a mi destierro soñado y ansiado al país de las Tres Islas Azules fue esta Celts de Enya. Ya me había hecho algo de compañía el año anterior, mientras estudiaba; pero, junto a Bill Douglas, me abrazó en esas tardes otoñales en las que el cielo lloraba la temprana ausencia del sol con lágrimas cuyo repiqueteo en los cristales acentuaba mi melancolía.
Fue el año el que Galerías Preciados tomó el tema Boadicea como sintonía para su campaña publicitaria «¿Quién te ha dicho que el otoño es gris?». Recuerdo cómo me emocionó escucharla en el tren, entre los bosques de cuento de hadas cercanos a Guillarei, durante uno de aquellos escasos puentes que me acercaban a casa.
Este otoño, que comienza con lluvia y con frío como cualquier vuelta al cole que se precie, no sé por qué esta melodía parece salirme al encuentro desde cualquier rincón de una ciudad distinta. Aún siento, al escucharla veintiún años después, la humedad, la oscuridad y el frío de aquel primer otoño que viví por mi cuenta para probar mis alas… y algo más, algo que sabe a maravilla, a lugares fantásticos envueltos en la bruma de los sueños. Tardaría aún cierto tiempo en descubrir en su música, en sus versos y en sus leyendas la magia de las Tierras del Norte.
El otoño sabe a lluvia, a viento y a frío, a carteras y material escolar, a jerséis de punto, a castañas y a tarta de manzana… Pero el otoño suena a música de Enya.


viernes, 14 de septiembre de 2012