A Isabel J. Romero
En su nido de tabla
duermen tres cántaros,
de manantial el alma,
la piel de barro.
Qué oficio tienen:
en medio del bochorno,
frescor de nieve.
A Isabel J. Romero
En su nido de tabla
duermen tres cántaros,
de manantial el alma,
la piel de barro.
Qué oficio tienen:
en medio del bochorno,
frescor de nieve.
A Rubén Rámila, que me aconsejó, como ejercicio, intentar escribir sin adjetivos:
No me vale tu música de encantar elefantes,
puestos a conjurar la madrugada.
Penélope en la noche con nostalgia de pinos,
añorando los pasos de un camino de infancia.
Solo una tienda
de campaña en el río,
el molinillo
de café de mi madre
y las canciones
de la gente en las plazas.
Según la Wikipedia, Itziar = aquella que ama el mar.
Inesperado,
Tiene olas tu nombre,
Zarandeando espuma verde y blanca.
Inundado tu cielo de gaviotas.
Algún faro en la noche
Refulge como estrella en la distancia.
Inclinaban los árboles sus ramas
Contemplando a la niña que dormía.
Irisadas libélulas en llamas
Aleteaban leves como damas
Resplandeciente, el sol amanecía.
El arrullo torcaz azul y verde
puede al canto dorado del gorrión
y al graznido de luto de la urraca.
Sobre un ruido de música de niebla,
BROTAN CAFETERÍAS,
el semáforo verde sopla su silbato
AL RITMO DE SU ELÉCTRICO CORAZÓN ALTRUISTA
mientras motos hostiles invaden las aceras
RUGIÉNDOLE AMENAZAS
A MI TAMBALEANTE BASTÓN BLANCO
QUE SUEÑA SER METRÓNOMO.
De manos de mi madre
toqué una rosa blanca:
las mejillas de un ángel,
de paloma las alas.
Aún sigue siendo mayo
aunque crezcan mis canas.
Jazmines y palomas
en tu abril
y una estrella que lleve tu nombre,
un abrazo
y una canción perdida
en nuestra adolescencia
con notas de guitarra.
Aún quedan sueños
de brisas y arboledas
aunque fluya hacia el mar, inexorable,
el río de aguas verdes de la vida.