El blog de María Isabel Redondo.
Cita: de estos aires nunca se preocupa uno desde el valle.
Imagen: una niña sentada en un valle. A su espalda está el mar y, más allá, una montaña azul en cuya cima brilla una estrella.

Imagen:La niña se ha puesto de pie, y ahora mira hacia el mar, la cumbre y la estrella.

miércoles, 28 de julio de 2010

Don Néstor, y el jardinero del Campo Grande


No puedo menos que crear esta nueva sección, en vista del último texto que me ha pasado mi padre, Fernando Redondo Rivas. Todavía emocionada, tras aplicarle un mínimo tamiz, lo transcribo aquí, con mi cariño y admiración.

El Campo Grande, en otoño

Don Néstor fue mi primer maestro, cuando pasé de la escuela de la Srta. «Domi» al Grupo Escolar Miguel de Cervantes, las «escuelas nuevas», como se las conocía vulgarmente en el barrio de Las Delicias.

Don Néstor daba clase en el 4º grado (entonces no se llamaban aulas). Una tarde de verano, se preparó una tormenta, con gran aparato eléctrico y fuertes truenos. Nos dijo el maestro que no había nada que temer, pues el colegio estaba protegido por media docena de pararrayos instalados en el tejado, y que mediante un cable trenzado de acero (que bajaban por la fachada del edificio hasta meterse en el suelo, todos los habíamos visto), caso de caer un rayo en alguno de los pararrayos, este conduciría la descarga eléctrica a tierra y no pasaría nada.

Aprovechó la ocasión el maestro, y nos contó que estando en su casa un día parecido a este, con una gran tormenta, desde la ventana vio caer un rayo en el parque del Campo Grande. Cuando escampó salió de casa, cruzó la calle y se metió en el Campo Grande. (Don Néstor vivía en el Paseo de los Filipinos esquina con el Paseo del Arco de Ladrillo, frente a la puerta del Paseo del Príncipe). Hacía extraordinario, el chaparrón había hecho descender la temperatura; en el interior del Campo Grande olía a tierra mojada y a toda la floresta que hay en este parque. Iba don Néstor, aparte de dar un paseo, a ver si localizaba dónde había caído el rayo. Lo encontró: era un gran ejemplar de pino o secuoya. A todo lo largo del tronco, desde la copa hasta el suelo, tenía un reguero quemado. Al pie del tronco, donde terminaba el reguero chamuscado, estaba cavando con un azadón un jardinero. Después de saludarle, le preguntó don Néstor: «¿Qué está usted haciendo, buen hombre?». «Buscando el rayo —le contestó el jardinero—, mire usted cómo ha bajado quemándolo y se ha metido en la tierra». Don Néstor sonrió ante la simpleza del jardinero, pero como buen maestro que era, le explicó al buen hombre que dejara de cavar, pues no iba a encontrar nada. Al igual que nos lo había contado a nosotros, se lo contó a él: el rayo era una descarga eléctrica, que provenía de las nubes, y había descargado por el tronco del pino a tierra; no era ni un trozo de hierro al rojo vivo con forma de flecha, como pintaban en los T.B.O, ni una tira de granito incandescente.

El jardinero quedó satisfecho con la explicación del maestro; no había tenido la suerte, como nosotros, de haber ido a la escuela. Don Néstor se fue dando un paseo para su casa, contento con haber contribuido un poco a quitar algo de lo que ignoraba el buen jardinero.

[Sanjuán]

Cogió sus emociones
las guardó en una caja para mejores tiempos
junto a su pluma verde
y recorrió el Desierto sin Caminos
(nunca se viera
romería más estática).

Hasta que una mañana,
Él le puso un ramito de cantueso
amarrado a la reja
que verjó su alegría…
y el sol brilló de nuevo.

(aunque entre nubes)

Las horas son elásticas

«Las horas son elásticas. El tiempo de la felicidad pasa veloz».

(José María Plaza. Yo quiero ser Raúl)

martes, 27 de julio de 2010

Nombrecálido

Sus padres se habían pasado meses barajando nombres de niño. Querían un chico. Esperaban un chico. Así, cuando a Carmela le anunciaron que llevaba una niña, resultó que se habían quedado sin nombres. Se les habían secado las ideas como ciertos riachuelos en verano. No se ponían de acuerdo. Y las sugerencias de las abuelas, las tías abuelas y las primas segundas no hacían sino complicar más aún la situación. De modo que cuando nació la pequeña, decidieron llamarla Sol, un nombre que valía tanto para un niño como para una niña y que calentaba el corazón.

Partir el mundo por la mitad

«Sin duda, una noche puede partir el mundo por la mitad».

(José María Plaza. Yo quiero ser Raúl)

domingo, 25 de julio de 2010

Cantar sobre arpegios

¡Qué fácil es cantar sobre arpegios de guitarra! Como tumbarse en el mar «haciendo el muerto» y dejarse llevar.

miércoles, 14 de julio de 2010

La luna llena

La luna llena
es un papel redondo en blanco
donde escribir el nombre de tu ausencia.

Los dragones se duermen con baladas

Los dragones se duermen con baladas
traídas en naves desde tierras azules,
cantadas como nanas, con sones de arpa celta
en ritmos enea y tridecasílabos.

Y en el Desierto,
el bordón no hace surgir manantiales de la arena caliente.
Pero tejiendo versos,
arelando palabras,
cribando el alalá de las estrellas,
acaso aprenderé
—reaprenderé, si acaso—
un capítulo más
del libro de instrucciones de la Vida.

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Artículos relacionados: Los CUENTOS GAMBERROS, ya a la venta, Los CUENTOS GAMBERROS, en la Feria del Libro de Madrid, CUENTOS GAMBERROS. ¡Preparados, listos...!, YA ESTÁ A LA VENTA LA SEGUNDA EDICIÓN DE LOS CUENTOS DEL MURCIÉLAGO GOLOSO.


martes, 13 de julio de 2010

Estaba fascinado

«Estaba fascinado. Con cada palabra que recitaba Eva considerábase agraciado, coma se lle depositase entre as mans o maná prometido dos deuses». (Estaba fascinado. Con cada palabra que recitaba Eva se consideraba agraciado, como si le depositase entre las manos el maná prometido de los dioses).

(Alberto Ramos. Con acuse de recibo)

Una buena alternativa

Se buscó un marido compositor que le pusiera música a sus angustias nocturnas. Se echó un amante poeta capaz de ayudarla a convertir en versos sus emociones más íntimas. Se gastó medio sueldo en clases de canto a fin de aprender a dominar su voz de niña. Ahora canta dos veces por semana en un local del casco antiguo, dando suelta a través de hermosas piezas desgarradas a la tristeza innombrable, a la alegría indescriptible y al desencanto de los caminos perdidos. Fue una buena alternativa al suicidio.

domingo, 11 de julio de 2010

Que tus canciones...

Comentario publicado en el blog de David Carretero:

Que tus canciones aladas,
escritas en la línea tricolor del horizonte,
al viento y a la llama de la tarde,
encuentren un camino, un hogar, un refugio,
una torre que las convierta en faro.

Que todos cuantos dan a luz sus obras,
sacrificando en ellas parte de su alegría,
dándoles parte de su vida, de su ser, de sus sueños,
hallen un viento propicio donde desplegar sus alas,
un mar que recorrer en pos del horizonte...
la cima de alguna montaña
desde donde gritarle al mundo:
"¡Aquí estoy!
Mirad, esto es lo que hago".

El mar juega al escondite

El mar
al escondite quiere jugar,
con las caracolas
y estrellas de mar.

Tali

Un día, el mar quiso jugar al escondite con las medusas, los cangrejos y las estrellas. Pero enseguida vio que era imposible: por más que los animalillos se esforzaran en ocultarse, como vivían en su seno, el mar siempre sabía dónde estaban, sin molestarse en buscarlos siquiera. Y en cuanto al mar, por mucho que tratara de esconderse, era tan grande que todos lo veían a su alrededor. ¡Como os decía, imposible!

Así que el mar, que seguía deseando con toda su alma salada jugar al escondite, decidió esconder su voz en el fondo rosado de las caracolas. Y su color azul lo ocultó en el cielo y en los ojos de algunas muchachas. Pronto, sus compañeros de juego se rindieron porque no conseguían encontrarlo.

Ahora, el mar juega al tira y afloja con la Luna… y producen las mareas.


jueves, 8 de julio de 2010

Besos alados

Besos de coloresYa van dos jueves que, desde un lugar llamado parque de la Estrella —¿os imagináis un parque ubicado en una estrella? Yo sí—, Lucía, Alejandro, Elena y Erea me mandan sus besos vía SMS. Son besos infantiles, alados, semejantes a mariposas verdes, celestes, amarillas y rosas que rozan mis mejillas y luego se quedan revoloteando a mi alrededor, como si quisieran, sin llegar a lograrlo del todo, tejer un manto que me protegiese de tantas cosas…
Gracias, niños míos. Que vuestros besos alados contribuyan a sostener el mundo.

domingo, 4 de julio de 2010

Rosita

Hace dos años, compré en un hipermercado un rosal chiquitín con tres rosas de juguete que enmarcaron una ausencia. De fondo, versos de nanas escondidas que cantaban los chopos con música de agua. Ha tenido que pasar todo este tiempo para que volviera a florecer. Un tesoro, la mínima expresión de un jardín en la mínima expresión de un balcón. Ahora que aprendo de nuevo que la dulzura de la ausencia reside en la esperanza del reencuentro, que ni el espacio ni el tiempo existen cuando un hilo invisible —ese río subterráneo que comunica todas las fuentes— une los corazones.

La rosa diminuta, en una esquina del balcón

Domingo

Arpegia la torcaz sobre el jolgorio de los pájaros. Huele a flores de acacia, y el aire malva quiere vestirme de princesa. En la mañana verde y blanca no camino sola: marcha a mi lado la dulce tristeza.

Almuerzo con canciones. A la puesta de sol, me recibe en mi Casa Bajo las Estrellas la caricia de una mínima rosa que aguarda por mí.