El blog de María Isabel Redondo.
Cita: de estos aires nunca se preocupa uno desde el valle.
Imagen: una niña sentada en un valle. A su espalda está el mar y, más allá, una montaña azul en cuya cima brilla una estrella.

Imagen:La niña se ha puesto de pie, y ahora mira hacia el mar, la cumbre y la estrella.

miércoles, 22 de junio de 2011

Sueños que se cumplen

A mediodía, encontré en el buzón una carta en cuyo anverso podía leerse:

Este sobre está lleno de sueños que se cumplen.

¡Lástima que al final tan solo se tratara de un anuncio de un préstamo personal!

Tus palabras aguardan dormidas

A Mary-Luz

Tus palabras aguardan dormidas, soñando con las canciones que tejerán cuando se despierten.

martes, 21 de junio de 2011

Mis alas rotas

«En la piel de una gota
mis alas volvieron rotas
y entre otras cosas
ya no escriben con tinta de luz.»

Héroes del Silencio. En brazos de la fiebre.

domingo, 19 de junio de 2011

Las benditas e "inútiles" canciones

Hace poco me comentaron que cuando los ancianos pierden la memoria, de lo último que se olvidan es de las canciones. Hemos tenido ocasión de comprobarlo hace unos días, con una persona muy querida. Esto me hace agradecer una vez más la existencia y el buen oficio de los trovadores, y bendecir por enésima vez su «maravillosa inutilidad».

Unas de las primeras maestras que me mostraron el cariño y el mundo, la palabra y la música: la Belleza, desde mis primeros días, fueron sin duda las canciones de mi madre. Años más tarde, fueron ellas también quienes me enseñaron a escribir poesía antes de que supiera escribir.

Si el día que sea viejecita y «se me vaya la olla», aún conservo el perfume de una rosa o de las hojas de la hierbabuena, si aún vive refugiado en mis neuronas sitiadas algún retazo vocal-auditivo de emoción, de hermosura, quizás no esté todo perdido. Quizás haya esperanza.

Cálidos rinconcillos

En los momentos más sombríos, me asalta a veces la sensación de que no hay un lugar para mí, ni en el mundo físico ni en el virtual. Como para desmentir tal percepción, por lo demás completamente subjetiva, me encuentro en ocasiones con escritores, a quienes en justicia he de llamar amigos, que me han hecho un hueco, un rinconcillo donde descansar de la hostil intemperie, en sus mundos de letras, algunos de los cuales he tenido el honor y el privilegio de acunar en mi regazo antes de que vieran la luz. Mary-Luz Castro, en sus Cartas desde la azotea; Santiago Gallego, en sus Seis piezas de LIJ; algunos otros cuyas obras aguardan pacientemente a ser publicadas… El último de estos regalos que me ha llegado me lo ha hecho J. E. Álamo en su novela Penitencia. Cierto que lleva ya un tiempo publicada, y que una hadita buena me había adelantado en su momento estas líneas entrañables, pero no es lo mismo verlas impresas, ¿verdad?. Un poco sonrojada, las transcribo aquí del ejemplar que ha anidado hace poco en mi casa bajo las estrellas:


«A Mª Isabel Redondo porque en su día, tras leer la primera versión de Penitencia, me dijo que yo era capaz de hacerlo mucho mejor. Lo he intentado, Isabel, y si no lo he conseguido, no ha sido culpa tuya».


¡Gracias, Joe!


Artículos relacionados: Tom Z. Stone.


El hada Julia


Vive junto al mojón olvidado. Uno que queda de cuando por en medio del pinar atravesaba una carretera que ya nadie recuerda. No se sabe si nacional, comarcal o vecinal, porque el color ha desaparecido y el número del kilómetro está medio borrado. Podría ser el 13.

Era una niña y estaba jugando a las casitas, con unas piedras para delimitar las paredes y unos pedazos de tiestos de los de recoger la resina que hacían las veces de cacharritos.

Su padre y sus hermanos se habían alejado. Les gustaba jugar a perseguirse y trepar a los árboles. Pero ella corría muy poco y le daban miedo las alturas. Así que decidió montar su casa en medio de los arbustos, del olor a verano de los pinos y del silencio que habían dejado en su lugar «los chicos», salpicado de vez en cuando por los trinos de algún pájaro.

De cena, porque en el juego era una señora mayor y estaba cenando, tenía un montoncito de piñones. Los fue cascando poco a poco sobre una piedra plana. Calmó el hambre con su sabor tierno y jugoso y suspiró satisfecha.

El sol caía de plano, calentaba la arena y las tamujas y las flores amarillas. Hasta en el círculo de sombra encogida de «su» pino calentaba de más. Y el calor fue una manta con olor a resina. Los pájaros callaron, y el silencio sin brisa fue una nana que la obligó a dormir…

Cuando despertó, habían pasado cien años. ¡Había caído en el encantamiento del pinar! Ella era una señora hermosa y alta. Entendía el lenguaje de los pinos, la canción del tomillo y la retama mecidos por la brisa, la lengua de los pájaros… pero había olvidado el camino que la llevaría a la ciudad, a casa…

Y vive allí, en su casa inventada junto al cantón kilométrico que nadie recuerda ya. Es un hada del bosque y se alimenta de la brisa, de los rayos del sol que caen entre las ramas.

Ahora tendrá que descubrir en qué consiste su trabajo.

Tendedero

Para J. E. Álamo

La luz brinca de alegría
entre los mil colores
de la ropa que tiende mamá.

Mamá canta
coplas de amor
mientras la va sujetando con pinzas
malvas, verdes, azules…

Amante de abril y mayo,
moreno de mi pasión,
te llevo como a caballo
clavado en mi corazón.
Yo voy diciendo los nombres de los colores.

Mientras tanto,
las camisas, los calcetines y los manteles
juegan al corro de la patata
en el tendedero-molinillo
que gira y gira.

Ropa tendida en un patio de luces

martes, 14 de junio de 2011

Luna llena "veraniega"



La luna llena que me ha saludado de camino a casa, en esta primera noche «veraniega».

miércoles, 8 de junio de 2011

Tom Z. Stone

De J. E. Álamo.

«Eran las tres de la mañana. Tenía al gato en el regazo, la petaca al alcance de la mano, el enésimo cigarrillo humeando entre los labios y la puta prensa tirada por el suelo. Hay noches en que ni el viejo Jack Daniel’s consuela.
Pensaba seguir con el caso al día siguiente. Tení un par de ideas».


Portada de Tom Z. Stone¡Bien! Una historia donde triunfan, al menos en parte, la justicia, el amor y la ternura. Una historia «de zombis» donde el «prota» es el zombi… y encima es el héroe. Uno de esos héroes del género negro que son más bien antihéroes; por eso resultan tan creíbles, tan reales. Una novela de género negro «clásico», que incluso está narrada en primera persona en un tono coloquial y políticamente incorrecto que me encanta. ¿Cómo no iba a estar Tom de vuelta de todo, si hasta volvió de la muerte? Y, pese a esta extrañeza, ahí están todos los elementos representativos del cine negro (perdón, de la novela negra): la secretaria, la chica mala, el amigo poli, el gánster…, sin olvidarnos de los colegas Jack y Camel. Mientras la lee, uno la ve en blanco y negro, en pantalla grande.


Ah, y por si fuera poco todo lo anterior, una novela divertidísima. Lo más divertido de cuanto he leído del autor. Lo cual no le resta ningún mérito, sino todo lo contrario. Con esto no quiero decir que sus demás obras no sean buenas, ¿eh?


En la trama no me han saltado cabos sueltos. Desde luego, sospechaba de algunos personajes, que están ahí para eso.


La música, importantísima para Joe (y para mí) también está presente en esta novela.


La alternancia de la narración con los otros textos tipo crónica periodística, aparte de «fastidiar» al lector —¡No me lo cortes ahora, hombre, que estaba en lo más interesante!—, je, je, le da un aire de verosimilitud bastante conseguido. Aunque en ocasiones lo «mata» un poco la exageración con los nombres (Lucille S. Diamond, T. A. Edison, ¡J. E. Poplar! :-) y un largo etcétera). Creo que esta es la única pega, pequeñita, que le puedo poner. Aunque realmente tiene su explicación, como podemos comprobar según avanzamos en la lectura.


No sé si el que aparezcan elementos comunes del universo de J. E. Álamo, como el Piojoso o Los Llanos, ayuda a apuntalar dicho universo o a desintegrarlo, puesto que en el mundo de Tom Stone hay zombis y, por ejemplo, en el de El Enviado no. Pero a mí también me gusta hacer esas cosas.


Así que, ¿qué voy a decir? Que me ha encantado. Que me lo he pasado estupendamente leyendo esta novela y que me he reído con ganas. ¡Enhorabuena! Gracias por escribirla. Ya estoy deseando leer la nueva aventura del bueno de Tom.



Aquí podemos escuchar una Entrevista al autor.