El nuevo hotel de la esquina de la plaza llevaba innominado más de nueve meses, hasta el punto de que los vecinos del barrio nos preguntábamos si sería hospiciano. (Esa era la expresión que utilizaban nuestras madres, allá por los tiempos de nuestra infancia, cuando algo no tenía nombre). Claro que en el registro mercantil estaría inscrito de alguna manera, pero quizás bastara el NIF del dueño para identificar el establecimiento, ubicado en un lindo edificio rehabilitado.
El caso es que por fin el hotel debe de haberse hecho mayor, porque lo han bautizado. Se ignora por qué rito, acaso solo sea «un bautizo por lo civil», ya que a ninguno nos han invitado. Pero su nombre puede leerse desde el puente, en discretas mayúsculas blancas contra lo oscuro de la noche, como un título sobre las ventanas que enmarcan capítulos de vidas diversas. Un nombre que sabe a historia y también, por una asociación de ideas puramente personal, a la niña que fui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario