Las palabras quieren gritar libres,
saltar en la cama de hierro de la abuela,
pellizcar el currusco de la barra de pan,
robar patatas fritas del plato, acabadas de salir.
Son palabras caseras,
como pecosas manzanas golden.
No ambicionan sino su propia existencia
y el puro gozo de escribir.
Sean ellas el mapa de la vida,
la hoja de ruta de la felicidad.
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