Puede que la ciudad en expansión se haya comido los pinares olvidados de mi infancia. Puede que la amargura se haya comido la ilusión. Hasta que los talleres de creación literaria se hayan comido el gozo de escribir… Puede incluso que, según dicen, una panda de neutrinos haya querido figurar en el Guinness y hayan batido su propio récord de velocidad… Pero todavía hoy me sigue haciendo llorar una canción. Y afortunadamente, su matemática sigue siendo inexplicable. No está todo perdido.
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