Pronto, la oscuridad de las bóvedas verdes
y las mañanas en que al sol se le pegan las sábanas.
El eco de mis pasos bajo la luna vigilante.
El escaso consuelo de un abrigo de lluvia
de un septiembre sin lápices nuevos
ni pinturas de colores.
¡Olor a escuela!
¿Tenía que arder mi lámpara en el velux de arriba?
¡La apagó el viento de una vida sin nombre!
No sé empezar,
ni siquiera un humilde cesto,
ni un jersey, ni un poema.
Sin cobre que batir
salvo el monótono vaivén de los días laborables.
Sin jardines nocturnos,
sin sillones de mimbre ni arrimo.
Es precioso!!
ResponderEliminarUn abrazo cálido.
Gracias, Tali. Lo escribí el 30 de agosto, abrumada por lo que se me venía encima :-)
EliminarOtro abrazo para ti.
Pero, a pesar de todo, septiembre mola, ¿a que sí?
ResponderEliminarMolaba más cuando la vuelta al cole: libros nuevos, ropa nueva..., reencuentro con los amigos... Ahora ya no mola tanto. De todas formas, ya está casi terminando y no ha sido tan malo.
EliminarYo también prefiero el septiembre de cuando éramos pequeños... Precioso el poema, Mir :)
ResponderEliminarGracias. Salió así. No tengo carpeta ni bolis nuevos ni rotuladores de colores, pero sí me he comprado algo de ropa para el frío que se nos avecina, y ya he empezado el curso yendo a un par de colegios. Ojalá volvamos a tener alma de niños y ojos asombrados ante el mundo.
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