Huele a hierbas, tía,
a manzanillón
y a manzanas
del verano que muere
cuando en la tarde mueren también los colores.
Quedan la era y la verja-columpio,
la vieja cosechadora y un balón de plástico naranja.
Llenos los ojos
de lanas de colores;
los oídos,
de la flauta del tío y de canciones tuyas.
Echo de menos tu pañuelo de lunares,
que me pusiste como niña labradora
para quitarme el dolor de cabeza del sol.
Cuando te mueres tú,
muere un pedazo
de mi infancia querida.
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