La casa de Marta crecía y crecía.
Brotaba una puerta de más cada día
y tras cada puerta un tesoro había.
Cada nueva estancia la magia albergaba
de luz y colores. Secretos guardaba
que a los cuatro vientos feliz pregonaba.
Guardaba las llaves de plata encantada
junto a una varita de mimbre nevada,
pues muchos ignoran que Marta era un hada.
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