
Mi viejo televisor, un modelo de tubo de 33 pulgadas, ha decidido jubilarse, después de varios avisos en forma de instancias catódicas. Vendrá a reemplazarlo uno de esos aparatos de plasma, que irremediablemente, debido a su escaso grosor, desahuciará a los "cacharrines" que habitaban su parte de arriba. Cada objeto tiene una historia: la caja de María (que inspiró un relato); el hórreo de Cristina (cuya réplica imaginaria tengo instalada en un rincón del jardín de mi casa de los alrededores de la Luna); la serpiente de Ángela (recuerdo de la presentación de su Alas de acero); el marcapáginas de Mercedes, en forma de sol de plata, y su pequeña tarjeta navideña, así como la de Mary-Luz... Regalos todos ellos entrañables, para los que deberé buscar un sitio en esta casa provisional. En el hogar del corazón, ya lo tienen.