En el fondo del río cristalino
acaso me recuerden unas piedras
como de caramelo
y tal vez la montaña se acuerde de mi nombre:
de boca de mi padre
lo repitió su eco.
Acaso me recuerde la tormenta
que jugó al escondite con nosotros
disfrazada de invierno;
el nogal, los tejados de pizarra
y el iris en el cielo.
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