En el bendito cuenco de tus manos,
donde duermen su sueño las estrellas que mueren,
acoge Tú los versos que no vieron la luz,
las canciones que nunca se cantaron,
nuestros dibujos que se llevó el viento…
Porque es grande tu cuenco y en tus manos de Padre
caben las mil semillas de trigales y mundos
y la totalidad de nuestras pobres almas.
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